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Una juez corta a un etarra que profería una soflama: «¡Venga, buenas tardes…!»

{ABC Día 11/04/2012}
«¡Venga, venga, venga! ¡Buenas tardes!». Con estas palabras cortó la juez Ángela Murillo los intentos del etarra Jon Kepa Preciado de aprovechar su paso por la Audiencia Nacional para hacerse la víctima y denunciar falsas torturas. El terrorista se enfrenta a una pena de seis años de cárcel, acusado de colaborar en la colocación de un coche bomba que había sido preparado para provocar una matanza.
Lejos de aceptar la reinserción mediante el arrepentimiento, como propone Interior a través de la «vía Nanclares»; lejos de atender la invitación del «comisionado» Jesús Loza, dirigida a «recuperar a los presos para la democracia», Preciado aprovechó su comparecencia para desafiar a la magistrada. Iba con el guión escrito y ya en un momento del juicio la juez le amenazó con expulsarle por los comentarios que realizaba durante la declaración de un ertzaina.
Pese a ello, Ángela Murillo le dio oportunidad de aprovechar su turno de palabra en orden a su defensa. «Da usted protección a los sucios torturadores y no tiene en consideración el sufrimiento de los demás», le soltó el terrorista a falta de otro argumento. Hubiera seguido hablando el miembro de ETA, pero la juez le frenó.
{{Bomba con trampa}}
El fiscal Pedro Martínez Torrijos pidió una condena por un delito de robo de vehículo a motor con finalidades terroristas y otro de falsificación de matrículas. Como prueba exhibió una carta que envió a su novia Ziortza Fernández, también etarra, en la que transcribía un tema del cantautor Alex Ubago y le pedía que se volvieran a ver «por última vez». Según el fiscal, hay «coincidencia de grafías» entre esta carta y unos manuscritos en el que se detallan varios atentados, entre ellos la colocación del coche bomba que ETA intentó hacer estallar en julio de 2003 contra la compañía Iberdrola, en Bilbao.
El mando de la Ertzaintza que dirigió las investigaciones declaró durante la vista que el artefacto estaba preparado para «causar la muerte de los desactivadores», ya que disponía de un «sistema trampa» que había sido ideado para que explosionara «al margen de la temporización». La bomba iba acompañada de este macabro mensaje: «comeros esta, cabrones», pero afortunadamente fue neutralizada.

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